Esqueletitos(segunda parte)
Esqueletitos(segunda parte)
IV
Y de pronto me descubro en un espacio que no reconozco, cruzo una pared de tela oscura, mientras suena una música lenta, diviso una serie de altares rojos, negros, sobre ellos los esqueletos y los cráneos. El resultado visual era extraño, pero agradable.
Me encontré junto a un grupo de gente que observaba sin tocar, reconocí algunos rostros, pero no reparé demasiado en ellos. El lugar me atraía, la gente tocó y descubrió la posibilidad de movimiento de los esqueletos, los manipuló en el sitio, luego los cambió de lugar, para finalmente atravesar la pared de tela negra y salir de allí con un cráneo o un esqueleto en sus manos.
Aparecían al otro lado sin que la tela se moviese, era un acto de magia, demostrando lo ficticio del momento. Impactaba la delicadeza con la que las personas movían los objetos y el cuidado al trasladarlo buscando un sitio donde afincarse.
V
Me sorprendí vistiendo un esqueleto, le puse nombre, construí una historia y le dí voz, gritaba “soy el tuerto, soy el tuerto”.
Escuché otras voces, otros nombres, Laura, Elisa, Francesco, Martina, Paolo, Paola, Elena, Cecile, Verónica, Livia, Marta, María Rosaria, Giovanni, Isadora se encontraron, vi que interactuaron, contaron la historia de su personaje.
Y como parte de un artilugio me encontré en un salón diferente adornado de telas, papeles, lanas e hilos de colores.
Las personas portaban algún aditivo en la vestimenta o maquillaje e iban acompañadas por sus personajes.
Pasearon al son de la música luego bailaron a ritmo frenético, hasta que volvieron a la calma y construyeron un altar para su personaje.
Observé cómo si estuviera en uno de mis sueños, esos en los que la mente se separa del cuerpo y desde lo alto sigue el propio andar. Podía ver la delicadeza, dedicación y cuidado en la postura en la que quedaban los personajes.
VI
En estado somnoliento observo, mi cuerpo bajo cinco tendederos desde los cuales se desprenden trozos de tela negra puestos de tal forma que el techo baja y las paredes se oscurecen.
Las personas esquivan los trozos de tela y a los personajes que se cruzan en su camino. Toman y lanzan las telas sin que caigan, lanzan todos al mismo tiempo e intentaban quedarse con una. Anudan un extremo para transformarla en un cometa que se desplaza en largo vuelo.
Veo una vela encendida, luego otras, se multiplican rápidamente, hasta que todas las personas portan una. Los vi moverse al son de la música, cuidando no perder, con el movimiento, la luz de la llama. La tela acompaña a la vela y la lumbre lucha por sobrevivir.
Alguien pasó y sopló para apagar la flama de otras candelas y aquello desanudó un desenfreno de chillidos.
Los fueguitos saltaron a buscar a las velas del mismo color y agrupadas intentaron apagar la lumbre de los otros colores. Risas y protestas, crecían. En la medida que el juego no tenía fin volvían a encender las velas.
En determinado momento al tiempo que se fueron apagando los fueguitos se fue extinguiendo el frenesí colectivo. Mi cuerpo estaba agitado, compartía un grado de felicidad colectiva. Mi mente había vuelto al cuerpo.
VII
Tengo el recuerdo de las personas, escribiendo un epitafio o una esquela de despedida a su personaje.
Mientras esto sucedía apareció un cajón mortuorio que ocupó el centro del espació al tiempo que sonaba la marcha fúnebre de Chopin.
Y las personas se acercan al féretro, se despiden de su personaje, lo depositan sobre el cajón y leen un epitafio o despedida.
Un silencio profundo y pesado acompañó las frases que sonaban contundentes.
El clima circunspecto fue quebrado por una música caribeña de ritmo contagioso, que lentamente promovió un cambio en las posturas corporales transformando el entierro en un acto festivo.
Que locura pensé, mientras mi cuerpo se sumergía, otra vez, en un frenético baile
VIII
Este texto, firmado por Elena, lo encontré en una de mis libretas de anotaciones. Estas líneas corroborarían que, al menos, trabajé con esqueletos. Son obvias las referencias al taller y supuse que también a mi persona.
Gli scheletri
Siam dei picoli schelletrin, siamo tanti siamo qui
Una mostra noi facciam ma nessuno ci vedrá
Ci ha racolto e sistemato un signore un po datato
Sulla testa un berretino e sul volto un sorrisino
Gente estrana é entrata olá
Ci han trovati tralalá
Ci matrugian qua e lá
Che faran di noi chisá
Ci han portati al di lá
Ci han vestito, guarda qua
Con du straci antiquita
Ci hanno fatto presentar
E ci fan pure bailar
Nun se famo rispetta
Ci han lasciato soli… mah
Sparsi un po di qua e di lá
Che será di noi chissá
Mama mía che ansietá
Sono di nuevo tutti que
A parlare e ad ascoltare
Noi guardamo con tremore
¿Che qui fa qui quel cassone?
Che hanno Messi tutti li
Sopra in torno quella bara
Ci han lasciati con parole
Che venivano del cuore
Queste é proprio gente strana
Non é male tuttavía
Siamo morti?
Che vuoi che sia
Sempre viva l allegría
IX
Y de pronto, mientras unos desarmaban el lugar, otros volvían a jugar con sus personajes y otros tomaban el cajón para trasladarlo, naturalmente sonó el la lala lala lala de chopin mientras una improvisada procesión acompañaba a los que cargaban el cajón rumbo a su descanso definitivo.
Una vez depositado, una voz, seguramente la de Livia dio inicio mia nonna mi diceva … que se extendió como chimento de vecindad.
X
Convencido que había estado en Pisa y que efectivamente el taller sucedió, pasé el texto a Tina para que le hiciera sus aportes, ella solía guardar las memorias de los talleres y había estado ahí.
He aquí la respuesta de Tina “gracias jipi, ¡qué emoción! voy a ser personaje de un cuento, “l epidemia del gioco” fue un laboratorio que hicimos con Ariel, el lugar es tal cual lo describes, los nombres de las personas son reales, pero nunca estuviste en Pisa y ese taller que describes, en Italia, nunca lo has realizado”.